I. Introducción
El problema de la deuda externa afecta seriamente a la economía de nuestro país, puesto que implica una reducción del presupuesto estatal para la atención de los pagos correspondientes a cada vencimiento, en detrimento de otras partidas fundamentales, como lo son la educación y la salud.
Surge así, un serio cuestionamiento sobre si debemos (o no) pagarla. Ciertamente, cuando se presta dinero, se lo hace bajo la expectativa de ser devuelto en un cierto plazo. Ahora bien, si ese préstamo se realizó en forma fraudulenta o mediante el establecimiento de intereses onerosos, u otras cuestiones, el mismo se torna una deuda ilegal.
Nuestra deuda, tiene una parte legal y otra ilegal, que debe ser tratada en los debidos fueros. Alejandro Olmos -uno de los más importantes estudiosos de la problemática de la deuda externa- denunció la ilegalidad de la misma ante el Poder Judicial. Este proceso tuvo sentencia firme en julio de 2000, cuando el juez federal Jorge Luis Ballesteros declaró que el endeudamiento provocado por los gobiernos anteriores fue ilegal, inmoral, ilegítimo y fraudulento.
Más allá de estas razones, la deuda tiene su vencimientos, y para evitar desastres económicos por una brusca interrupción de los flujos de créditos por parte de los bancos internacionales, los sucesivos gobiernos han buscado la forma de pagarla, o llevar a cabo renegociaciones o canjes (Foxley, 1987: 226). Mientras tanto, aunque no ingresaran más capitales, los intereses continuan incrementando el valor de la misma.
II. Evolución histórica de la deuda
En 1824, Argentina obtuvo un préstamo de la casa Baring Brothers, de Londres, destinado a gastos en infraestructura. El monto fue por 1 millón de libras esterlinas. Los títulos fueron colocados al 70% de dicho monto, al cual se le restó el 12% en concepto de intereses adelantados y 1% de amortización adelantada más los gastos y comisiones por gestores. En total, el saldo que recibimos fue de 552.700 libras esterlinas, prácticamente la mitad de lo solicitado y monto endeudado. A partir de allí, la deuda siguió creciendo debido a los intereses. Cuando en 1904 fue abonada en su totalidad, la suma devuelta resultó ser 8,64 veces el saldo recibido. Este fue el comienzo de una larga problemática.
Me ocuparé en el presente trabajo, del análisis de la última parte de la historia de nuestra deuda externa pública. Para lo cual, la dividiré en 4 etapas: desde 1975 hasta 1983; desde 1983 hasta 1991; desde 1991 hasta 2001; y desde 2002 hasta la actualidad.
1975-1983. Con el modelo económico centrado en el sistema financiero abierto, implementado por los gobiernos de facto y su combinación con la lluvia de petrodólares, la deuda externa que en 1975 era de 8.085 millones de dólares, pasó a ser de 45.069 millones en 1983.
En 1979 debido a una nueva crisis internacional, la Reserva Federal de los Estados Unidos decide subir la tasa de interés hasta alcanzar el 20% anual. “Esto explica el ritmo de crecimiento de la deuda total a un ritmo cercano al 20% anual sólo por capitalización de intereses y aun cuando los bancos no otorgaron nuevos préstamos para otros fines” (Schvarzer, 2002: 15).
Al finalizar la dictadura, encontramos otra de las causas del engrosamiento de la deuda, dado que por insistencia de los acreedores externos, se produjo la estatización de la deuda privada, llevada a cabo con políticas como los seguros de cambio.
1983-1991. Durante este período, la deuda externa creció debido a los altos intereses cobrados por sus servicios. Además, en el año 1983 la inflación ya era del 430%. Dado el padecimiento de nuestra sociedad, el presidente Alfonsín pidió ante la ONU, junto a otros países latinoamericanos, una reconsideración de la deuda. “El esfuerzo de ajuste se percibe como inútil, desde este punto de vista. Ello genera una 'fatiga de ajuste'” dice Alejandro FOXLEY, refiriéndose a los ajustes solicitados por el FMI cuya escaza utilidad, la historia se encargó de demostrar. Cada año el gobierno debía abonar un 8% de su PBI en concepto de intereses. No sólo Argentina se encontraba en esta calamitosa situación. De hecho otros países como Uruguay y Brasil tomaron posiciones extraordinariamente cautas en sus enfoques respecto a la deuda y finalmente siguieron a regañadientes las conductas exigidas por el FMI y los bancos (Foxley, 1987: 226).
Para lograr una renovación de los créditos externos, los acreedores presionaron al gobierno a negociar con el FMI. A partir de 1984, comenzó la economía de guerra bajo la cual siguió incrementándose la inflación mientras el producto permaneció en declive. La caída del PBI se debe precisamente a las políticas de enfriamiento de la economía. Al reducirse las importaciones en un 40% en sólo dos años (1982-1983), se reducen también los insumos necesarios para la producción nacional, disminuyendo así la oferta de bienes.
Esto ocurre cada vez que se implementa la doble condicionalidad a la que se refiere FOXLEY. Por un lado está la impuesta por los bancos internacionales al establecer el monto máximo de créditos que concederán. Y por el otro está la que impone el FMI al especificar cómo deberá ajustarse un país a la restricción de recursos externos. La receta del FMI consistió siempre en lo mismo: reduccción de importaciones contrayendo el gasto en la economía y desviando recursos hacia la producción de bienes exportables o sustituidores de importaciones, devaluando la moneda nacional y garantizando la movilidad de capitales (Foxley, 1987: 230, 231).
En 1988, la insostenible situación llevó a la declaración de una moratoria de hecho, en los pagos de intereses.
1991-2001. Durante este período se llevaron a cabo las políticas económicas basadas en el Consenso de Washington. Los principales puntos fueron: la privatización de empresas públicas, apertura comercial y financiera, achicamiento del Estado con disminución del gasto público y flexibilización laboral. Uno de los resultados de estas medidas fue la disminución, a lo largo de esta etapa, del PBI por habitante de Argentina en -21,2%.
Nuevamente, las tasas de interés en nuestro país eran más altas que las de EEUU, por lo que funcionó como un imán para el ingreso de capitales. Además, a fines de 1992, se firmó el convenio Brady, por el cual se reestructuraron 23.000 millones de dólares del principal y 8.600 millones de dólares de intereses atrasados. Esta reestructuración permitió cambiar las acreencias con los bancos, por títulos de deuda con acreedores privados.
Debido al régimen de Convertibilidad, eran necesarios superávits en la cuenta comercial para la obtención de divisas, como así también, superávits fiscal para la compra de las mismas, puesto que la Ley establecía que la emisión monetaria estaría sujeta a un porcentaje de las reservas internacionales como respaldo. La apertura comercial revirtió el saldo positivo, logrado bajo la presidencia de Alfonsín, de la balanza comercial. Y para empeorar las cosas, el saldo del sector público resultó deficitario en parte debido a la fuga de fondos hacia las AFJP. En este contexto, sólo el ingreso permanente de capital proveniente del exterior podía financiar ambos déficits. Con lo cual, continuaron recurriendo al endeudamiento externo. La crisis financiera de 1994 en México hizo eco en nuestro país en 1995 con una corrida bancaria, que fue salvada vía crédito internacional. El flexible mercado laboral arrojaba por ese entonces un desempleo del 18%.
A fines de 2000, llegaron a la Argentina un paquete de créditos llamado Blindaje, bajo la tradicional condición de una política recesiva que revirtiera los déficits. Por el lado interno se recortó el presupuesto público, y por el externo se implementó una política de enfriamiento de la economía. Para esto, fue necesario disminuir el déficit de la balanza comercial desestimulando la demanda de productos importados mediante rebajas salariales, puesto que las exportaciones no lograban incrementarse. La situación se hizo insostenible hacia fines de 2001, debido al pago de los intereses, la fuga de capitales y la caída de reservas. Por este motivo, se entra en default con los acreedores privados externos.
2002-actualidad. En diciembre de 2001 se puso en práctica el corralito, más tarde vino el default y luego la devaluación. Estas medidas fueron pésimamente administradas, puesto que beneficiaron al sistema financiero y perjudicaron a los pequeños ahorristas mediante una injusta pesificación de los ahorros atrapados en el corralito.
El gobierno solicitó ayuda al FMI, la cual no llegó hasta enero de 2003 en que se logró un acuerdo que evitó la suspensión de pagos con los organismos multilaterales, a la vez que agudizó la recesión.
En 2005 se realiza una nueva reestructuración de la deuda que implicó una disminución en más de 50.000 millones de dólares sobre el capital. La deuda externa pública que en diciembre de 2001 era de 87.911 millones de dólares, pasó a ser 115.884 millones de dólares tres años después, para luego reducirse con la reestructuración a aproximadamente 65.000 millones de dólares en marzo de 2005.
Por otra parte, en diciembre de ese mismo año, el presidente Kirchner realizó el pago total de la deuda con el FMI que ascendía a 9.810 millones de dólares, la cual fue abonada mediante el uso de las Reservas Internacionales. Este acontecimiento marca un cambio de rumbo, puesto que se logra la independencia de la tutela del FMI, que sólo interviene cuando un país solicita un préstamo y ellos lo otorgan.
"Sin embargo les digimos que se esforzaran!"
El año pasado se realizó un nuevo Megacanje en el cual se canjearon 12.600 millones de dólares por nuevos bonos, y de este modo redujeron las demandas judiciales de los denominados “fondos buitre”.
A pesar de esto, “las demandas de los inversores que rechazaron las reestructuraciones (…) siguen complicando el retorno de Argentina a los mercados globales de crédito, de los que permanece virtualmente alejada desde hace nueve años” (Tucumán Noticias, 12/1/2011).
Según informe de la Dirección Nacional de Cuentas Internacionales del INDEC, la deuda externa pública a septiembre de 2010 alcanzó los 68.850 millones de dólares.
III. La historia sin fin
La presencia de la deuda introduce, varios factores de incertidumbre, en especial cuando las condiciones del servicio y del nuevo financiamiento dependen de circunstancias volátiles y de frecuentes renegociaciones: la economía enfrenta una restricción de liquidez difícil de prever (lo cual afecta el pronóstico de los precios relativos y de la rentabilidad de distintas actividades) y la atención de los pagos implica cuantiosas transferencias de recursos entre sectores internos, que generalmente no están definidas “de una vez y para siempre”. Esta inestabilidad probablemente influye para reducir la demanda de activos en el país (Heymann, 1987: 89- 90).
Como mencioné en la introducción, existen diferentes posturas con respecto a las políticas a seguir en torno a esta cuestión.
Una de ellas es la propuesta por Claudio Katz, profesor de Economía en la Carrera de Sociología, que establece que las soluciones típicas propuestas por los organismos multilaterales no permiten una solución en el corto, mediano ni largo plazo, dada la magnitud de la misma. Y por este motivo propone no negociar más a través del FMI por ser un canal de ajustes; o bien, la cesación de pagos para iniciar un proceso de recuperación económica.
Por su parte, Marta Tenewicki, profesora de Economía de la Carrera de Ciencias de la Comunicación, insiste en que “la ecuación es sin duda primero crecer y después pagar, pero por lo pronto tiene que haber una moratoria que permita alcanzar un crecimiento sostenido” (Livszyc, 2003).
Asimismo, existe una iniciativa impulsada por la UNESCO para el canje de deuda por educación. “En este tipo de canjes se cancela deuda externa a cambio de que el deudor invierta lo que hubiera pagado, en algún sector vinculado al desarrollo, por ejemplo salud, infancia, educación o medio ambiente. Es importante aclarar que este tipo de operaciones no resuelven el problema de la deuda externa en su totalidad, ya que lamentablemente, no pueden ser aplicados al monto total de la deuda, sino a una porción de la misma, en acuerdo con el país acreedor” (Canje: Deuda por Educación, 2009: 9).
Como vemos, son variadas las propuestas para salir adelante a pesar del endeudamiento externo. Lo que queda claro, es que es una decisión política más que económica, la forma de pagarla (o no).
Referencias bibliográficas
- Foxley, Alejandro (1987), "El problema de la deuda externa desde una perspectiva latinoamericana", revista Desarrollo Económico, v. 27, N° 108.
- Heymann, Daniel (1987), comentario al artículo “La situación económica mundial y sus efectos en los países deudores”, Rudiger Dornbusch, en Deuda externa, ahorro y crecimiento en América Latina, edición preparada por Martirena-Mantel, Ana María, Ed. Tesis, Buenos Aires.
- Livszyc, Pablo (2003), "La violenta deuda externa", en Herencia económica, revista Ciencias Sociales, N° 53, Universidad de Buenos Aires.
- Schvarzer, Jorge (2002), Convertibilidad y deuda externa, Eudeba, Buenos Aires.
- Canje: Deuda por Educación (2009), Equipo de Trabajo del Museo de la Deuda Externa, adaptado por Guillermo Ortiz, dirigido por Federico Saravia, ilustrado por Guillermo Ortiz y Mariano Kramanski, 1ra ed, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires.
- D.E.U.D.A. 1 (2010), Deuda Externa Un Dibujo Argentino, Federico Saravia, adaptado por Guillermo Ortiz, ilustrado por Mariano Kramanski, 2da ed, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires.
- D.E.U.D.A. 2 (2010), Los imperios contraatacan, Federico Saravia, adaptado por Guillermo Ortiz, ilustrado por Mariano Kramanski, 2da ed, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires.
- "El estado de la deuda externa argentina", publicado por Tucumán Noticias, agencia de noticias, 12 de enero de 2011, texto completo disponible en http://www.tucumanoticias.com.ar/noticia.asp?id=55527